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La aldea taina del Cubanacan.


Cuentan que la villa Gloriosa Santa Clara, transformada hoy en populosa y coqueta ciudad tiene su asiento en el centro del territorio que los indios llamaban “Cubanacán”, voz compuesta por los vocablos “Cuba” con que los aborígenes denominaban a su isla y “can” que en su lengua quiere decir “en medio”. El origen del nombre Cuba tiene muchas teorías, que dicen que proviene de los aborígenes taínos, y que proviene de la palabra Ciba que entre los nativos que habitaban estas tierras significa “piedra, montaña, cueva”, hay otra teoría que plantea que proviene de la palabra taína cohíba, a la que supuestamente los nativos se referían cuando nombraban a este territorio, y una tercera de igual origen en la que los estudiosos de la cultura pre-colombina en Cuba, traducen como “Isla” o según otros expertos en “Isla grande”, particularmente a mí me gusta esta ultima acepción, pues traducido al buen castellano al decir “Cubanacán” nos estaríamos refiriendo al “Centro de la isla”, lo que a mi juicio tiene mucho sentido.


Nuestro primer historiador, Manuel Dionisio González, lo refleja en su Memoria histórica de la villa de Santa Clara y su jurisdicción, de la siguiente forma: “Las primeras páginas de la historia de Cuba, se abren cabalmente con un recuerdo de este mismo lugar, asiento hoy de nuestra villa, pues existió en él un pueblo de indios, llamado “Cubanacan”, que según los datos que nos ofrece la geografía antigua, formaba una provincia, cuyos límites eran casi los mismos que tiene en el día la jurisdicción de Villaclara…” El historiador se refiere aquí al antiguo territorio, recordemos que la fecha de impresión de la obra es 1858, por lo que en la actualidad esta jurisdicción abarcaría, a la provincia de Villa Clara, y parte de las provincias de Ciego de Ávila, Santi Spiritus, Cienfuegos y una porción de la de Matanzas.

Prosigue el cronista: “…Al descubrimiento de la isla, cuando Cristóbal Colon se ocupaba en reconocer el hermoso país que se presentaba á sus ojos, estando en el rio de Mares, conocido ahora con el nombre de Caunao, en la jurisdicción de Puerto-Príncipe, le apuntaban algunos indios hacia el Oeste, y pronunciaban la voz Cubanacan, diciéndole, ó dándole á entender, que era otro pueblo, distante de aquel rio, unas cuatro jornadas. Ignorase entonces cual fuera, pero algún tiempo después se supo, que aquellos daban ese nombre á la expresada provincia, y que la voz can quería decir en medio, significando con esto que estaba en medio de Cuba”.


Posteriormente en la sección de notas aclaratorias en la correspondiente a la número (6) argumenta: “Los indios, según lo que refiere el Sr. Cruz en su tratado geográfico citado, tenían dividida la isla en treinta provincias, cantones o cacicazgos, gobernada cada una por un jefe, al que daban el nombre de cacique. La de Cubanacan estaba en el centro de las otras provincias, nombradas Sabana ó Sabaneque, Magon, Guamuliaya y Jagua. La primera de estas comprendía todo el territorio de la costa del N. desde el oriente de la sierra de Judas hasta la embocadura del Gainúmá, hoy Caminar, en la jurisdicción de Matanzas, encerrando las de Cárdenas, Sagua, S. Juan de los Remedios, Morón y parte de las de Villa Clara, Santo Espíritu y Ciego de Ávila. Además de otros pueblos, contenía el de Sabana, hoy el Cayo ó San Juan de los Remedios, y Carahate, llamado Casa-harta por los expedicionarios de Narváez en 1513.


—La de Magon comprendía todo ó parte de la jurisdicción de Santo Espíritu hasta el rio Agabama, poco más ó menos. —La de Guamuliaya, regada por el Táyaba, comprendía la mayor parte del distrito de Trinidad al O del Agabama. —La de Jagua comprendía poco más que la jurisdicción actual de Cienfuegos, y tenía el pueblo de Canareo ó Canarreo, á una legua de la embocadura del rio Arimao, donde vivieron en 1514 el célebre eclesiástico Bartolomé de las Casas y su amigo Pedro de la Rentería. En las costas de la provincia de Onwfai, que comprendía la parto meridional de la jurisdicción de Ciego de Ávila, se dijo la primer misa en esta isla, cuyo acto tuvo lugar en la boca del rio Jatibonico del Sur el día siete de Julio de 1494”.


Estudios posteriores, realizados con alto rigor científico, recogidos en la obra, “Historia de la provincia de Villa Clara, desde las comunidades aborígenes hasta 1990” publicada por el Consejo Científico Provincial de Historia”, demuestran que en la zona de Alturas de Cubanacán se combinan las tradiciones mesolíticas y paleolíticas, siendo más abundantes las primeras, sobre todo en los actuales municipios de Santa Clara y Placetas, La tradición canoera fluvial debió permitir a los grupos de esta filiación asentarse en áreas tierra adentro sin perder contacto con el litoral.


Existen indicadores históricos que también contribuyen a la reconstrucción de la región centro-norte en los tiempos precolombinos, donde estuvieron asentadas comunidades aborígenes de diferentes niveles de desarrollo. Nuestro actual territorio villaclareño es solo una porción de un gran territorio indígena precolombino con la incidencia, de un modo u otro, de varios cacicazgos entre los que se destacan, según criterios del erudito José María de la Torre, basados en los cronistas de Indias y las cartas de relación tempranas: Guamuhaya, Cubanacán, Ornofay y Sabana o Sabaneque. Este último cacicazgo, que fue el de mayor incidencia en lo que hoy es Villa Clara, con una extensión de unos 10 000 km2, llegaba por el este hasta Camagüey y por el oeste hasta Matanzas; abarcando, por tanto, un amplio territorio que hoy se comparte con varias provincias, con independencia de la zona insular y otros territorios que pudieran tener influencias.


Cuentan, y aquí es a pesar de la verdad histórica del cacicazgo de Cubanacan, donde el mismo toma tintes de leyenda local, al no haber evidencias arqueológicas del sitio que lo confirme, que cercano al rio del Monte donde hay una poza muy famosa para los primeros habitantes de la villa, ubicada en el lugar conocido por Punta Brava, donde hoy se cruzan las calles Conyedo y Maceo (Esta poza hoy se encuentra debajo del puente de hierro que hay en el patio ferroviario), la que fue durante muchos años el balneario de varias generaciones de santaclareños, se cree que cercano a ese lugar existió un caserío indígena, motivo por el cual a esta charca de agua se le denomino poza "El Caney" (que en el lenguaje siboney significa casa).


Imaginémonos el paisaje que se ofrecería a nuestra vista de ser cierto esto, nos encontramos en las márgenes de un riachuelo cristalino, donde se asienta una aldea taina, esta se encuentra a una distancia prudencial de la corriente fluvial, en una zona elevada, en el centro de la aldea se ubica el “gran caney”, de planta rectangular, donde vive el gran cacique, jefe de la tribu. A su alrededor se disponen las cabañas de otras importantes personalidades de la comunidad, como el “behíque”, especie de brujo o sanador espiritual, y los principales cazadores de la aldea, el resto de los integrantes de la aldea viven en casas de forma circular a las que llaman “bohíos” ubicadas alrededor del caney; para la construcción de las viviendas han aprovechado los árboles de la floresta circundante, entre los que se encuentran; el guayacán, el cedro, la ceiba, la caoba, la palma real, y otros.


Como comunidad recolectora aprovechan algunos árboles frutales que se extienden por la llanura de suelos rocosos de roca serpentinita existentes en el área, para su dieta según la estación del año, entre los que encontramos la piña, el mamey colorado, la guanábana, el anón, el caimito, la guayaba, el hicaco, la papaya, el marañón, el jobo, etc. que incorporaban a su dieta diaria, conjuntamente con el pan de yuca, que los indios llamaban casabe, y que constituía base fundamental de su alimentación, elaborado por las mujeres de la aldea, que vertían la masa de la yuca en el llamado “burén”, vasija que utilizaban especialmente para la elaboración del casabe, conjuntamente con el pescado, las aves y demás animales que casaban en las zonas aledañas, en estas excursiones de caza dirigiéndose a Peñas Blancas, el monte el Capiro, cerro Calvo y todo lo que constituye las alturas y submontañas de Cubanacán, y las montañas de Guamuhaya, se proveían de mamíferos, reptiles, aves, peces, etc. que constituían su fuente de alimento, entre los que podremos encontrar; la jutía con varias especies, el almiquí, la jicotea, la iguana y el majá de Santa María, además de peces (truchas, biajacas) y aves silvestres.


Ubicados convenientemente, a orillas del rio del Monte, un cuerpo de agua potable, de corrida permanente, aprovechan una hermosa charca de agua, donde se ven algunas canoas construidas con grandes troncos de árboles, en las cuales navegan corrientes abajo, hasta la confluencia con el rio de la Sabana, en un sitio muy cercano hacia el norte, los que forman en su unión la corriente de agua denominada “Arroyo Grande”, afluente del rio Sagua, que los llevará hasta la costa norte central permitiéndoles así mantener vínculos estrechos con las poblaciones costeras existentes, no olvidemos que esta vía fluvial fue utilizada hasta muchos años después de fundada la villa Gloriosa Santa Clara, ejemplo de ello es el traslado desde la Habana y hasta la villa de los materiales de construcción necesarios, para la ejecución de la primera casa de mampostería y tejas de la jurisdicción efectuada en el año 1712.


No hay evidencia arqueológicas de esta tribu como ya dijimos anteriormente, no sabemos cómo llegaron aquí y como desaparecieron, pues en el momento de la fundación no se menciona su existencia por parte alguna, sabemos por estudios realizados, que la llegada de los conquistadores hispanos a la región, representó el signo de la violencia y del despojo de las poblaciones aborígenes, como ocurrió en el resto de Cuba, con la fundación de la octava villa San Juan de los Remedios, hacia aproximadamente mediados de la década de 1520, por el famoso Vasco Porcallo de Figueroa, la que históricamente se recoge como una suerte de fundación clandestina, traen como consecuencia que en las tierras de la actual Villa Clara fueron ocupadas de forma paulatina los territorios aborígenes de Sabana o Sabaneque, donde se ubicó la villa de Remedios y el hinterland que la va caracterizando, así como, después, aquellos situados más hacia el interior y centro, lo que se conocía con el nombre de Cubanacán.


Es muy posible que de haber existido, fueran adsorbidos por la colonización, aunque realmente los efectos de la conquista y colonización fueron devastadores para nuestros pueblos indígenas, ello no significó que se extinguieran totalmente. En lo que se refiere a nuestra región, el trabajo arqueológico de campo y la revisión de documentos de la época han permitido corroborar el criterio de la supervivencia indígena al proceso de colonización, a pesar de estar nuestro territorio entre los primeros dominados por las huestes conquistadoras y donde se aplicaron sus métodos de violencia, pero existen documentos emitidos varios años después de la fundación de la villa de San Juan de los Remedios entre 1569 y 1570, en los cuales se hace referencia a la presencia indígena junto a la española. Aunque los aborígenes han mermado tanto como los propios colonizadores del lugar, aún sobreviven, dedicados a determinadas actividades que posibilitan un comercio estable con otras regiones del país, lo que nos da una idea de que en el actual territorio villaclareño convivieron indígenas y españoles y que los primeros lograron sobrevivir a los efectos de la conquista, por lo que es evidente que la comunicación entre ambos posibilitó relaciones de intercambio, no solo materiales, sino también culturales, prolongadas hasta entrado el siglo XVIII.


Nuestros aborígenes tainos, pobladores pioneros de las tierras donde hoy se asienta la ciudad de Santa Clara, siguen siendo leyenda que la niebla del tiempo ha velado, ojala podamos saber en algún momento futuro, de evidencias físicas que los traigan a la realidad de nuestro terruño pero mientras tanto, la aldea asentada en estos predios sigue teniendo visos de leyenda, transmitida de generación en generación desde aquellas lejanas épocas.


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