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Último día del colonialismo español y primero de la Intervención Norteamericana en Santa Clara. (18



Hemos llegado al 31 de diciembre de 1898, último día del año y que coincidentemente será el último día del gobierno español en la villa de Santa Clara ya bicentenaria para la fecha, en los últimos tres años el país se ha visto envuelto en la gesta libertaria por la emancipación, organizada por José Martí e iniciada en 1895, este día se firmó el acta de entrega del mando de la ciudad de Santa Clara al Alcalde Municipal interino Salvador González Téllez, en presencia del Secretario del Ayuntamiento José Pérez y Pérez y otros funcionarios.


Lentamente van arribando a la estación de trenes, las tropas españolas acantonadas en la villa para partir rumbo a la Habana, esta retirada del ejército español obedece a un oficio recibido con fecha del veintiséis del mes en curso, enviado por Sr. Gobernador y Capitán General de la Isla al Sr. Gobernador Civil de la provincia, donde da órdenes oportunas para que el día treintaiuno del presente mes quede evacuado por el Ejército todo el territorio de esta Provincia menos la Ciudad de Cienfuegos y puntos inmediatos. Tal y como se acordó en la reunión efectuada en el Ayuntamiento, el ejército español abandonó la ciudad de Santa Clara el 31 de diciembre, evacuando sus tropas por el ferrocarril hacia la capital, a las diez menos once minutos de la mañana de aquel sábado, un alegre repique de campanas anunció al pueblo de Villaclara que había cesado en él para siempre, la dominación española. Las últimas autoridades de dicha nación fueron sin acompañamiento alguno a la estación de ferrocarril. La indiferencia pública no podía ser mayor ni más merecida, pues esas autoridades hasta última hora hicieron todo lo posible por hacerse antipáticos al pueblo. Los villaclareños pensaban, nosotros los despedimos sin odios, pero su marcha no nos causa pena alguna y sí la mayor alegría porque con semejante tiranía pues… y mientras esto ocurría, en el otro extremo de la ciudad, efectuaba su entrada triunfal el Ejército Libertador al mando del general José de Jesús Monteagudo por el lugar que se conoce en la actualidad como “La Ceibita” que debe su nombre a una ceiba sembrada allí posteriormente por miembros del Club Juan Bruno Zayas para perpetuar el histórico hecho del general Monteagudo al picar los 52 pelos de alambre de púa de la inmensa alambrada con fortines intercalados a cortos trechos, que cercaban la ciudad, durante los últimos tiempos de la guerra iniciada en 1895, instalada por el gobierno español, para proteger la localidad y evitar así la entrada de los insurrectos que peleaban en los campos, precaución que fue insuficiente durante la gesta libertaria, pues la misma fue burlada en incontables oportunidades, tanto, desde dentro de la urbe como en sentido inverso, el vallado no significó un obstáculo para el apoyo a los insurrectos, que terminada la contienda armada si se convirtió en un verdadero dolor de cabeza para el gobierno local posterior, que no podía hacer nada con ella, ni encontrar comprador interesado.


El lugar donde las tropas insurrectas cortan la alambrada y penetran a la ciudad, está ubicado en la parte suroeste de Santa Clara, en este paraje el pueblo de Santa Clara congregado esperó a los mambises, dando vítores enardecidos de emoción a los soldados de la patria, allí a los pies de la oprobiosa alambrada los libertadores recibieron las palabras de salutación del Licenciado José Benito Pérez de Alejo y el Doctor Pedro Cué Pérez, en representación del Comité Patriótico y el Club “Juan Bruno Zayas”, contestándole por parte del Ejército Libertador los generales José de Jesús Monteagudo y José Braulio Alemán, dirigiéndose a la multitud en agradecimiento al recibimiento efectuado, este último dio tan soberbio y magistral discurso que el pueblo delirante no dejaba de aplaudir, la joven santaclareña Esther Lubián Morell y la niña, hija del Dr. Martínez Ortiz recitaron hermosas poesías que fueron muy aplaudidas por el inmenso público que se trasladó con la mayor corrección y compostura a las inmediaciones de la ciudad.


Posteriormente tomaron por un camino que se adentraba serpenteante en la villa, pasando por encima del río Bélico, a través del puente “El Gallego” para arribar a la Plaza (actual Parque Leoncio Vidal) por su esquina ubicada al noroeste, confluente de las calles, el Calvario (Marta Abreu) y Valeriano Weyler (para la época, hoy Máximo Gómez), donde se efectuaría el acto central de bienvenida, posteriormente esta vía desde la Ceibita y hasta la entrada a la ciudad por el puente llevaría el simbólico nombre de “Avenida de la Libertad”, dotándose de cuantas condiciones de embellecimiento requería un paseo público, y que desaparecería a fines de la década de los años 20 por la construcción de la Carretera Central que tomo por este rumbo, durante todo el recorrido se observaba sobre los mástiles de las viviendas, flotando al viento la enseña cubana, en el grandioso desfile los padres lloraban de gozo al ver a sus hijos de regreso recordemos que muchos e ilustres pilongos formaron parte de las fuerzas libertadoras, Las tropas insurrectas que ingresaron a Santa Clara, aquel memorable día las formaban los regimientos de caballería “Zayas” y “Villa Clara” y el de infantería “Libertad”, con el personal sanitario que prestaba sus servicios en el hospital de sangre establecido en la Finca Vila, cercana de la ciudad. Al frente de este hospital marchaba el ilustre comandante médico Dr. Jorge Vega la Mar. Entre la oficialidad cubana recordamos los nombres de los Generales ya mencionados José de J. Monteagudo y José B. Alemán, el Brigadier Gerardo Machado, Coronel Carlos Aguilar, Tte. Coronel Solano Romero, Comandantes Jorge Vega la Mar y Francisco Gómez Espinosa, Capitanes Justiniano Pedraza, José Delgado, Rigoberto F. Lecuona y Aurelia Cervantes y los tenientes Israel Consuegra, Luis Torres, Francisco Pérez y Waldo Planas. Constituía la mayor parte de esta oficialidad, la contribución que Villa Clara había aportado a la Revolución para la lucha por la libertad.

El acto de bienvenida fue sin lugar a dudas una verdadera apoteosis de glorificación a los héroes locales, el pueblo de la hermosa ciudad del Capiro y los ríos Bélico y Cubanicay, se vistió de gala y los colores tricolores de las banderas cubanas y americanas enlazadas lucían por todas partes. “El júbilo es indescriptible, no tenemos tiempo ni serenidad para describir, la inmensa, la grandiosa emoción que el pueblo todo sin excepciones de clases ha tributado al Ejército Libertador” decía el historiador y el poeta expresó: “Escena más conmovedora no se volverá a ver en nuestro país!”…


Y mientras esto ocurría en las cercanías de la villa se habían ido instalando las tropas de ocupación norteamericanas, cercanos a un paso de madera sin barandas existente sobre el río Bélico en la calle Princesa (hoy Tomás Estrada Palma) calle arrabalera, empedrada y muy polvorienta cercana al cuartel de Tarragona, el primero de enero de 1899, hacían su entrada en la ciudad, las tropas interventoras estadounidenses, programadas para asumir el control ese día simultáneamente en todo el país, en nuestra ciudad se efectuó la ceremonia oficial a las doce del día, apenas veinticuatro horas después de ser arriada la bandera española, la bandera norteamericana comenzó a ondear en la Casa del Ayuntamiento, se cerraba así la última página de la de la dominación colonial española y se abría otra nueva: la ocupación norteamericana, que se extendió hasta 1902.

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