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Remembranzas, acerca del viejo y redondo reloj del Parque.



Cuenta Antonio Berenguer y Sed en el relato “los relojes de Villaclara” de su libro “Tradiciones Villaclareñas” tomo II; Que en el año de 1738 termino el Padre Juan de Conyedo, la construcción de la Iglesia Parroquial; En su torre y dando frente a la “Plaza Mayor”, se colocó un reloj de sol, y tan pronto el astro rey llegaba a su cenit, la sombra que proyectaba su varilla, marcaba las doce. Los vecinos se daban cuenta de la hora meridiana y exclamaban: “se partió el día”, así fue por espacio de más de una centuria, hasta que en la torre de la “Iglesia Parroquial Mayor de Santa Clara”, fue colocado el 22 de Diciembre de 1820, un Reloj mecánico de repetición, lo que significa que mediante la activación de un pulsador, los distintos tipos de repetición permiten saber la hora aun en la oscuridad, con diversos grados de precisión; desde la sencilla repetición de cuartos que toca las horas y los cuartos, hasta la repetición de minutos que posibilitan distintos timbres para las horas, lo que lo hace muy apreciado, por producir estos avisos sonoros, se incorporo en la torre de la parroquia una campana, que pesaba 62 arrobas (unos 703 kg aproximadamente), la que fue fundida en 1802 aquí en nuestra villa, destinada originalmente á la iglesia de la Pastora; pero dada las circunstancias, de hallarse abandonada la construcción de la misma se tomó para el reloj en la torre de la parroquia, y desde esa fecha los santaclareños han disfrutado de ese beneficio, el cual se le debe á las eficaces diligencias y al celo del presbítero Veitía, sacristán mayor entonces de la parroquia, su costo, ascendente á 1090 pesos los que se reunieron por medio de una subscrición pública. Su esfera originalmente era de madera pero el paso de los años la deterioró, haciendo desaparecer su numeración, por lo que fue sustituida en el año 1844 con la de mármol que aún se conserva.


La iglesia ocupaba el centro de la población y aunque era un edificio de poca elegancia arquitectónica, tampoco ofrecía una vista desagradable, allí en su torre mirando al poniente de la villa el reloj grande y redondo dejaba oír sus campanadas monótonamente hora tras hora y día tras día, a los pilongos santaclareños les era alentador escuchar las campanas del reloj de la torre de la “Parroquial Mayor”, que marcaba las horas impávidamente, pero sobre todo cuando la ciudad se sumergía en el silencio de la noche y las campanadas retumbaban más nítidamente, al toque de medianoche, las doce campanadas eran oídas casi por toda la población trasnochadora de la villa, tal es así que con el tiempo su toque se convirtió en algo tan cotidiano como autóctono. Durante un poco más de una centuria los acostumbrados parroquianos marcaron sus tiempos con el acorde del centenario reloj, hasta que en 1923, mediante expropiación forzosa fue demolida la “Iglesia Parroquial Mayor de Santa Clara”, sugiriendo como una de las tantas causas, que el lugar donde se encontraba emplazada se necesitaba para ampliar el parque Leoncio Vidal.


Ese día toda una época se marchó con la demolición de la ermita, y el viejo reloj cayó sus repiques, el ayuntamiento sintiéndose culpable de haber echado abajo un trozo de historia de la ciudad, decidió colocar el reloj en el nuevo edificio levantado un año antes y que a título de “Palacio Municipal” acogería el ayuntamiento de la ciudad y del municipio de Santa Clara, y que por espacio de un año fue vecino colindante del viejo recinto religioso en el entorno del llamado “Parque Leoncio Vidal”, y por esas cosas del destino nacía el “Palacio Municipal” para desde sus predios decretar al estilo de los emperadores romanos la demolición de la iglesia, y allí en su frontispicio se incorporó el reloj de la “Parroquial Mayor” esta vez mirando hacia el naciente, como buscando la vieja torre que ya no existía.


El parque revolucionó sus costumbres, la imagen del mismo fue cambiada en innumerables ocasiones, hasta tomar su aspecto actual, pero en la fachada ecléctica del “Antiguo Gobierno Municipal”, el reloj que perteneció a la “Parroquial Mayor” continuo marcando el curso del tiempo para los santaclareños, dejando oír a cada lapso sus familiares campanadas, llega el año 1959 y desde su torre es testigo de la batalla por Santa Clara y de los cambios que traen los nuevos tiempos, a la luz de los cuales la ciudad perdió su Ayuntamiento, la revolución naciente decapitaba así a la sociedad civil pueblerina en su cruzada contra todo lo que fuera republicano, el edificio se convirtió en sede de organizaciones políticas hasta que en el año de 1970 el sitio escogido para “Ayuntamiento Municipal”, pasa a ser la sede de la emisora radial CMHW, que existía a unos pasos de allí, en la calle Buenviaje, un cambio poco explicable que modifica el fin de uso de la instalación, desde entonces el Reloj, enorme, redondo y hermoso que anuncia la hora a los santaclareños y visitantes en la ciudad las 24 horas del día, paso a conocerse como el “Reloj de la CMHW” o simplemente en el reloj de la “W”.


Cuando unos años más tarde nuestra provincia fue azotada el 4 de noviembre de 2001 por el “huracán Michelle”, uno de los torbellinos más potentes que ha afectado a la isla en los últimos años, desencadenando su furia sobre nuestro territorio, la fuerzas concentradas de sus vientos la emprendieron contra el edificio radial, ocasionando un derrumbe del techo del vecino liceo sobre sus predios, silenciando la emisora, fue al decir de un cronista de la época “como si la maldad de Satanás se agolpara sobre la estructura del edificio que ocupaba en el antiguo Palacio de Gobierno Municipal” con los daños ocasionados el gigantesco mecanismo cronometrado con GMT del viejo reloj dejó de funcionar. La hora exacta: 8:20 pm. Así quedó por mucho tiempo, tiempo que fueron años, anunciando la hora del paso del torbellino, tiempo en el cual los transeúntes que recorren el centro del casco histórico de la ciudad buscan incesantemente al viejo reloj con la mirada él está allí, pero no les dice nada, detenido en la hora exacta del suceso.


Han pasado ya tres años en que el reloj está allí, mudo y quieto, se renuevan los aires y en el 2003 una brigada de la construcción acomete la reparación capital del inmueble siniestrado, camiones con escombros y desperdicios van siendo acarreados del lugar. Pero los obreros han movido las viejas agujas del reloj y ya éste no indica la hora crucial en que el evento meteorológico paralizo su maquinaria, la intervención constructiva se prolonga hasta el 2005, hasta que por fin en Enero del 2008 las instalaciones de la Emisora Provincial CMHW, reconstruida luego de ser devastada por el “huracán Michelle” vuelven a la vida cotidiana, y el reloj más antiguo de la ciudad está allí marcando nuevamente el paso del tiempo para los santaclareños, vive insólitamente gracias a la meticulosidad de un hijo de la villa, y desde la torre del reloj en el frontispicio continua dándonos la hora, a ritmo de campanadas.

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