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Carolina Rodríguez Suárez: “La Patriota” - “El Alma de Cuba”



Santa Clara cuenta entre sus hijas con una de las mujeres más queridas por José Martí, después de su madre: Carolina Rodríguez Suárez, "La Patriota", a quien nuestro Apóstol bautizó como "El Alma" de Cuba, calificativo que expreso en su artículo “El alma cubana”, publicado en Patria el 30 de abril de 1892, nació en Santa Clara el 25 de noviembre de 1826 en el callejón del Carmen, siendo sus padres Félix Valois y Ana Francisca.


Se incorporó a la lucha revolucionaria casi desde sus comienzos, apoyando a la misma en todo lo que pudo, durante la Guerra de los Diez Años se destacó por su apoyo a las tropas del mayor general Carlos Roloff, En esa época, en Santa Clara Carolina trabajaba a favor de la independencia, estaba al tanto de la conspiración, buscaba el apoyo de hombres probados para aquella empresa y expresa su disposición a participar activamente, ...quiero que me avises con tiempo, antes de romper la guerra, para irme al campo, le dice en la carta a Roloff en mayo de 1878, que firma con el seudónimo de Carlota Valdés.También en su labor clandestina, utilizó el seudónimo de Cubanacán, exponiendo constantemente su vida para llevar armas, medicinas y correspondencia a sus compañeros.


Carolina no aceptó la paz del Zanjón, por el contrario, redobló sus esfuerzos revolucionarios, enviando constantes mensajes al general Carlos Roloff informándole todos los detalles de lo que acontecía en Cuba, y en Santa Clara particularmente, los activos trabajos de Carolina, unido a su condición bien definida de enemiga del colonialismo, hicieron crítica su situación en Santa Clara, en conocimiento por fuentes fidedignas, que el Comandante general conocía sus actividades y estaba dispuesto a detenerla si comenzaba la lucha, determinó su traslado hacia La Habana el 14 de agosto de 1879, en la capital continuó sus actividades conspirativas, por una cobarde delación sufrió destierro en Isla de Pinos donde no decayó su actividad revolucionaria, fue deportada a los Estados Unidos, donde trabajó como despalilladora en la zona de Tampa y Cayo Hueso y desde allí continuó su lucha por la independencia de la Patria, y llegó a convertirse en un puntal de la emigración cubana en Tampa, donde se ganó el sobrenombre de "La Patriota".


Al inicio de la Guerra Chiquita ella guardaba los fusiles de un grupo de patriotas que se estaban preparando para la lucha y su casa fue centro activo de conspiradores, fue por esa época, cuando conoció a José Martí, que estaba entregado a la importante tarea de crear el Partido Revolucionario Cubano, pero a pesar de los daños y sufrimientos por los que la destacada patriota había atravesado, su situación personal no le impidió seguir adelante en su labor por la libertad de Cuba y colaborar con Martí. Carolina Rodríguez respondió al llamado de Martí y creó el Club Patriótico Díaz Marcano, en el que realizó una meritoria labor hasta que terminó la guerra y por su destacada labor en pro de la libertad, “Carolina perdió en la guerra su apellido, porque en la emigración había sido bautizada por “La Patriota”. Todos respetaban a aquella nobilísima mujer, a pesar de su ancianidad.


No fueron pocas las cartas y telegramas de agradecimiento y amor del Héroe Nacional por aquella viejecita que salía cada mañana a trabajar bajo el crudo invierno norteamericano, para después donar todo su salario, o casi todo, a la independencia de Cuba. Estaba en todas partes, llevando el primer socorro al expatriado en la adversidad; era la primera en dar su pan al necesitado para satisfacer el hambre que lo consumía y era también de las primeras en pedir para Cuba. José Martí le profesaba amistad y ella se inclinaba, sin otra razón que su instinto, ante aquel hombre, en el epistolario martiano se encuentra la correspondencia que estableciera el apóstol con una ilustre villaclareña, fueron las cartas de Martí a cubana tan abnegada, entre ella sobresale por su valor patrimonial una carta original, de puño y letra de Martí, sin fecha de redacción presumiblemente, por los asuntos que trata, de finales de 1891, en la época en que Martí estaba en funciones de fundar el Partido Revolucionario Cubano, es la respuesta a una carta que Carolina Rodríguez le había enviado, en la que se interesaba por su entonces delicado estado de salud, la cual se conserva en el Museo Provincial de Villa Clara, en esta epístola breve y poco conocida, se refleja el inmenso amor que nuestro apóstol sentía por la venerable anciana.


Carolina querida:


Ese es saludo, el de sus letras. He venido hablando de Ud, y le traigo esta carta, y con ella muchos cariños y entusiasmos de veras de Tampa. Los reacios van hoy a la cabeza. De mí no se ocupe; yo vivo hasta que haya dejado la carga en Cuba. Ni tema: vivo del aire, y de la bondad del pueblo cubano, y de que tenga almas como las de Ud. Y estoy en casa muy amiga, aunque al pie de las visitas útiles, y de mi enfermedad, que no se remediará hasta que la salude, que será en cuanto salga.


La abraza, y á toda esa casa noble en que vive, su José Martí.


Enferma y con la pérdida casi total de la visión, viendo su patria libre del dominio español, “La vieja de los Cubanos”, como también la llamaba Martí, con sus setenta y tres años de edad llegó a La Habana el 1 de febrero de 1899, su paso por la Habana fue poco advertido de allí marcha a su ciudad natal en la miseria más absoluta. Olvidada por todos, había perdido su casa y todos sus medios de vida. Pudo encontrar una pequeña habitación en la calle que hoy lleva su nombre y era ayudada sólo por algunos vecinos que se compadecieron de su estado, allí en esa humilde habitación, dejó de existir el día 2 de junio del propio año 1899, cuatro meses después de su regreso a la patria, jamás dudó del triunfo de Cuba, que fue la causa que abrazo tan fervientemente y que con tanta devoción se consagró.



En su honor, el Ayuntamiento dispuso el 10 de junio de 1899 ponerle su nombre a la calle denominada Callejón del Carmen, donde nació y murió, años después, por acuerdo del propio Ayuntamiento, adoptado el 4 de octubre de 1939, y del Centro de Veteranos y Patriotas de Santa Clara, sus restos mortales fueron exhumados y expuestos en capilla ardiente la noche del 26 de enero de 1940. Una esquela mortuoria llamaba a los santaclareños a acompañar los restos de la excelsa patriota desde el Centro de Veteranos, entonces sito en la calle Cuba no. 115, esquina a Carretera Central, hasta el cementerio local. En la mañana del 27 —víspera del natalicio 87 del Apóstol José Martí—, los restos mortales de la Patriota fueron depositados en el Panteón de Veteranos, donde reposan actualmente. Mujeres de este temple no necesitan ser recordadas sólo por el nombre de una calle o avenida de su poblado natal, porque eternamente están grabadas en el Altar de la Patria y en el corazón de todos los cubanos de hoy; que no podemos olvidar nuestras heroicas raíces, pero para las generaciones venideras, se ha hecho bien con lo acordado en el Ayuntamiento Villareño, porque al preguntar por ella, seguro es que habrá quien responda por que fue tan grande “La Patriota”.

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