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La Historia del Burro Perico

Cuentan que entre los años treinta y cuarenta y picos del siglo XX caminó por las calles de Santa Clara un simpático Burrito, quizás el más popular de todos los personajes insignes de toda la región central de Cuba, tanto que es imposible referirse a la historia de la ciudad sin mencionar al “Burro Perico”, que así le apodaban.

Fue comprado por un humilde señor dueño de una botellería que existía en esa época en la actual Calle de San Cristóbal, con la finalidad de utilizarlo como animal de tiro para un carretón en la compra y venta de botellas y no imaginó jamás que en aquel momento nacía el más hermoso regalo de la tradición folklórica villaclareña.

En un Principio, Bienvenido Pérez (Lea como llamaban al dueño) prestó el animal de trabajo a su primo Eusebio quien lo utilizó en el tiro de un carro de helados; pero Perico escapaba con mucha frecuencia, no sabemos a ciencia cierta la razón de tal comportamiento de asno pero la verdad es que tenía cansado al heladero, una tarde cuando se encontraba vendiendo helados en el paradero de trenes los truenos y relámpagos anunciaron un fuerte aguacero, y el hombre fue a refugiarse en los portales dejando amarrado al pobre asno a un poste. Las primeras gotas de lluvia aterrorizaron tanto al animal que logró partir las riendas que lo sujetaban, y se lanzó a toda carrera para la casa de Lea, no sin antes dejar el carro de los helados en un deplorable estado, esto fue el detonante que motivo que Eusebio muy molesto le devolviera el burro a su dueño, quien al parecer lo entendía mejor, pues no pasó mucho tiempo sin que Perico tirara de un carro al que llamaban "La Ferretería ambulante". Ese carretón después pasó a la recolección de tercerolas de manteca, y por último a la recogida de botellas por todos los establecimientos de la ciudad. Más de mil botellas vacías transportaba el burro en cada viaje, de esa forma, Perico aprendió a andar y desandar todas las calles de Santa Clara.

Así pasaron tres lustros; en este negocio de la botellería, producto del esfuerzo de Lea apoyado en el pollino, el negocio se volvió prospero al punto que el burro fue sustituido en su trabajo por un medio más moderno: Un camión, Lea, agradecido del trabajo de Perico, lo exoneró de todo deber, con el retiro merecido y una suculenta ración diaria de maíz, pero Perico que ya había demostrado su inteligencia en otras ocasiones ingenió un plan para procurarse el sustento y siguió realizando por cuenta propia sus habituales recorridos por las empedradas calles santaclareñas con su andar lento y distraído tocando levemente con su hocico las puertas de las casas.

Al principio, el contacto con la gente le fue un poco difícil pues había quien no aceptaba que un animal paseara las calles de la ciudad tan libremente, pero Perico poco a poco conquisto la simpatía de todos, durante esas caminatas, los encariñados vecinos de la Villa de Santa Clara le obsequiaban siempre algún alimento, fundamentalmente pan, su plato preferido, mientras los niños acariciaban al noble animal ofreciéndole caramelos y otras golosinas, que él lentamente saboreaba agradecido.

E1 toque de Perico era algo sensacional en la cotidianidad de una casa; brindarle pan, más que una limosna era un acto de gratitud por tan simpático gesto. Cuando alguien, sin él solicitarlo le brindaba algo de comer en la puerta o ventana de la casa, aceptaba la invitación sin tardar, grabando el recuerdo en su solípeda memoria, de modo que jamás olvidaría saludar diariamente a los nuevos amigos. Su ruta incluía a todos los barrios. La Pastora, el Carmen, y Buen Viaje, entre otros. y es notable que en ninguno de estos lugares a pesar de haber pozos de magníficas aguas, tomaba ni una gota de sus fuentes pues sólo la tomaba de manos de Victoria, la esposa de su dueño quien mimosamente se la servía cuando, al atardecer, regresaba de sus andanzas.

Así, Perico se convirtió en una figura tan querida y popular, que llegó incluso a presidir los desfiles de inauguración de los carnavales santaclareños. Perico, amparado por el cariño, la admiración y el cuidado popular va dejando paulatinamente de ser un burro ordinario para convertirse en la amada mascota de la ciudad.

Muchas anécdotas se cuentan sobre él:

Cuentan que un buen día se acercó al césped del céntrico Parque Vidal y un novato agente de policía que lo agredió por ello a bastonazos, desconociendo que Perico no era un burro ordinario, y creyendo que era su deber ahuyentarlo, pero el burrito, que no entendía que el policía tuviera derecho a bloquear su acostumbrado camino, le jugaba cabeza una y otra vez, El incidente se fue convirtiendo en un espectáculo; la gente comenzó a aglomerarse para presenciar las peripecias de Perico y las ineptitudes del agente, y éste, presionado por su vanidad autoritaria propinó dos fuertes golpes en el lomo para que el animal entrara en razones, ante esa situación los estudiantes del entonces Instituto de Segunda Enseñanza salieron indignados a insultar al representante de la ley, que más burro que el propio burro, quería llevarse a Perico preso.

Un sargento de la Policía que se encontraba entre los espectadores amonestó públicamente al guardia y le aclaró que Perico no era un burro ordinario, sino que se trataba de un burro "con los mismos derechos de cualquier ciudadano de la República". El vigilante, aún sin explicarse el suceso en su real magnitud, se excusó ante la gente y prometió guardar al burro todas las consideraciones que le habían concedido.

Al popular burrito se le prohibió desde ese momento pasar por áreas aledañas al Parque Vidal, la principal Plaza de la ciudad, pero quizás por hábito, o preferencia, Perico prefirió burlar esa prohibición, y con sumo ingenio, aprendió a evadir la exclusión que le hacían Perico, desde aquel día cuando llegaba a 1a barbería de Marta Abreu y Villuendas, detenía su paso y levantaba la vista para observar al vigilante de la posta del Parque. Si el que encontraba allí era el del referido altercado, daba marcha atrás y tomaba otra ruta.

Perico estuvo preso. Un día cometió el error de invadir los jardines del Parque Vidal: El alcalde asomado a una de las ventanas del Palacio de Gobierno lo vio personalmente, y lo mandó a prender por comerse el césped., el estudiantado, al enterarse de la noticia, se lanzó a la calle conjuntamente con la población, y el alcalde, al ver que se ponía en juego su próxima reelección creando estas discordias, accedió a ponerlo en libertad.

Perico tomaba cerveza que le daban algunos vecinos, en una de esas oportunidades, haciendo propaganda a una firma comercial, tomó tanta cerveza que salió prácticamente ebrio a la calle donde fue atropellado por un antiguo auto sin grandes consecuencias que lamentar, no obstante el pueblo entero siguió atento su pronta recuperación. Dicen que en lo adelante fue mucho más precavido, tanto con la ingestión de bebidas, como con los vehículos automotores.

A raíz del primer gobierno de Batista, Perico salió a la calle portando carteles que decían: "Abajo Batista" y "Abajo el director", refiriéndose al Director del Instituto de Segunda Enseñanza que en componenda con los políticos de turno permitía a algunos estudiantes que recogieran dinero a nombre del estudiantado para su beneficio personal.

Pero lo más asombroso de su vida fue su muerte, con una edad muy avanzada para un burrito, dicen que murió de causa natural otros aseguran que ingirió boniatos más allá de lo debido lo cierto es que sobre las seis de la tarde del día 26 de febrero de 1947. Perico se encontraba cerca del café Villaclara. Lea lo vio y se le acercó. Notándolo cabizbajo y afiebrado le dijo: Perico tú estás enfermo, vamos para la casa. Y el animalito siempre obediente le siguió hasta la botellería.

Al otro día por la mañana, Caballo; el sereno que cuidaba del patio de la botellería, muy temprano le preguntó a Victoria que ya estaba en pie: "¿El viejo está durmiendo?" y tras su respuesta afirmativa. "Pues mira. Perico ni se mueve, pa’ mi que está muerto. No encontraban la forma de decírselo a Lea; Pero al final, la triste realidad se impuso, al divulgarse la noticia, causó gran consternación, en las escuelas se suspendieron las clases y el pueblo entero se volcó al lugar donde yacía inerte Perico a llevarle flores, todos querían ver por última vez su simpática figura, hasta el estudiantado del Instituto de Segunda enseñanza quisieron enterrarlo en el cementerio de la ciudad; pero Lea no permitió que su cadáver fuera sacado a la calle, y tras la autorización del Ayuntamiento, se acordó enterrarlo en el propio patio de la botellería, en una fosa que el mismo pueblo cavó. Cuatro metros cúbicos de tierra fueron removidos para ocultar su cuerpo eternamente, con una mezcla de arena y cal. pues bajo estas condiciones había accedido el Gobierno Provincial a su entierro dentro de la localidad de Santa Clara.

Se hizo una esquela mortuoria y se convocó el entierro para las cinco de la tarde. El duelo fue despedido por el entonces Senador de la República: Dr. Elio Fileno de Cárdenas, tuvo tanta connotación el sepelio que fue publicado por la Radio y la Prensa Nacional y hasta en el periódico estadounidense “The New York Times”…

Años después se coloco a su memoria una escultura metálica que recuerda al simpático perico, en una de las avenidas que conduce al estadio Sandino de Santa Clara, e intersección de tres importantes arterias urbanas, San Miguel, La Cruz y La calle Unión, el autor de la escultura fue Arnaldo Artiles, a quien conocí en mi adolescencia a la sazón imbuido en la construcción de su estatua, he leído también que él es el autor del libro “El fabuloso burro Perico”, obra que no he podido leer aún.

Por eso al andar de más de medio siglo la imagen de Perico irrumpe graciosa en la vida de los pobladores santaclareños, quienes lo rescatan cada día convertido en leyenda y en una escultura metálica que para no dejar de ser santaclareña sobre un trozo de piedra de mármol verde de la cantera de Pelo Malo, una inscripción reza así:

¡Arre de nuevo Perico!

Tu linda vida,

Tu hermosa historia

No perecerá mientras en

Santa Clara te recuerde con amor.


1914-1947


Las historias de Perico pasan de generación en generación, de abuelos a padres y de estos a sus hijos, cada día al amanecer desde la entrada bautizada por el pueblo como la esquina del burro Perico, el infatigable andador de las adoquinadas calles de Santa Clara, continua paseando su asnal filosofía en la imaginación de los niños y en la memoria de los santaclareños como un bello recuerdo de la ciudad.


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