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Hurtado de Mendoza el segundo padre benefactor de Santa Clara.



Francisco Antonio Hurtado de Mendoza Veitía. Presbítero y genio bienhechor de la ciudad de Santa Clara, Villa Clara, Nació en Santa Clara el 4 de octubre de 1724, hijo de Don Juan Hurtado de Mendoza y Doña María Veitía. Desde niño se dedicó al servicio de la Iglesia Mayor en clase de acólito, y es educado allí por el Presbítero Juan de Conyedo.


Muestra vocaciones por el sacerdocio, lo envían a La Habana a continuar sus estudios y casi al terminar la carrera eclesiástica, tuvo que luchar contra la falta de pago que se presentaba como obstáculo, al morir su padre y no contando su madre con recursos suficientes puesto que debía hacer grandes sacrificios en medio de su situación para remitirle pequeñas sumas de dinero. A merced de sus esfuerzos, pudo ahorrar una corta cantidad a la que tuvo que unir la caridad de sus parientes y otras personas bienhechoras; Puede así el joven Hurtado ascender al estado sacerdotal, recibe las órdenes el 21 de diciembre de1748 después de obtener algunos meses antes el grado de bachiller en filosofía en la , al volver de la Habana se encarga del servicio de la parroquia como teniente sacristán, cuyas tareas desempeñó por nueve años, predicando y llenando las demás coligaciones de su ministerio. Nombrado cura beneficiado el 12 de agosto de 1761, ejerció este cargo hasta que el sacerdote renunció a las órdenes en 1769.


Entusiasta de la enseñanza consagró sus esfuerzos y economías a la educación pública. La idea de establecer una escuela gratuita bajo bases que la hicieran duradera, ocupó su quehacer y pensamiento. A él debe la villa de Santa Clara la apertura del plantel, “Nuestra Señora de los Dolores” que abrió sus puertas en 1794. Esta obra, producto de su desprendimiento y patriotismo, ello constituye la mejor exaltación que puédasele hacer al Padre Hurtado de Mendoza. La escuela luego nombrada Escuela Pía, sobrevive hasta nuestros días, ubicada en nuestro céntrico boulevard, hoy llamada Padre Hurtado de Mendoza. Originalmente funcionó en el hospicio franciscano, (Ermita de la Candelaria) situada en el mismo lugar que ahora ocupa el Teatro La Caridad de Santa Clara. Estaba constituida por una casa de vastas proporciones que edificó a sus expensas, ya que gastó allí la mayor cantidad para sus rentas.


Nada escapó a todo lo que podía contribuir a su subsistencia. El arregló las clases, reglamentó el manejo interior, señaló los ramos de la educación, discurrió medios de fomentarla, cuidó de las reparaciones del edificio, determinó la manera de solucionar esta necesidad después de su fallecimiento.

Hurtado de Mendoza consagró la vida, hasta sus últimos días, con un celo incansable, a los progresos de la escuela: visitándola a menudo, animando a los niños, despertando en ellos el amor al saber e inculcándoles en fin aquellas sólidas ideas de moral y religión, cuyos principios habían de servirles de guía en el camino de la vida (lectura, escritura, doctrina cristiana y aritmética, además de ayudar a la misa, al santo amor y temor de Dios, obediencia y respeto a los padres, y al conocimiento de todas las otras virtudes, principalmente la humildad, cimiento de todas ellas y fundamento del edificio espiritual, con los demás puntos de fe, religión y buenas costumbres).


Tantos esfuerzos a favor de la Escuela Pía en la Ermita de la Candelaria, fueron olvidados después de su muerte; abandonada y sin que nadie cuidara de ella, atravesó períodos de deterioro y las medidas de su fundador, encaminadas a darle estabilidad, cayeron en la indiferencia. El instituto fue reinstalado muchos años después, en abril de 1854, en una nueva escuela con edificio construido para ella en la calle Independencia, esquina a Lorda, con el nombre de “San Juan” en honor al Capitán General Juan de la Pezuela, pero el cambio de nombre fue ofensivo para muchos pobladores de la ciudad de Santa Clara que creyeron que debía perdurar el de su fundador. Allí había una pintura con la imagen del Padre Hurtado de Mendoza pero su deterioro con el paso del tiempo hizo que se perdiera, no quedando constancia de su apariencia física.


Siendo todavía cura, costeó el antiguo hospital de San Lázaro como asilo de caridad, por el año 1776 el Cabildo de Santa Clara había iniciado la construcción del hospital, el presbítero Hurtado le puso un interés tan recomendable, que se ofrece a la Municipalidad para costear el edificio, lo tomó a su cargo y no pasó aquel año sin que quedara concluido, a tales efectos construyó una casa de mampostería y teja, adecuada a las necesidades de la población, en las afueras de la Villa, de cuya obra quedan aún ligeros vestigios. La donó a los enfermos y muchos años sirvió de albergue a los desamparados de la localidad. El establecimiento se sostuvo hasta fines del Siglo XVIII, posteriormente fue dedicado a un depósito de pólvora y este fin lo destruyó.


En 1792 Hurtado de Mendoza se encargó de construir el antiguo Templo de la Pastora, que tras muchas modificaciones se convirtió en la Iglesia La Divina Pastora en Santa Clara. Aquí invirtió todos sus esfuerzos, pero el proyecto era visto con indiferencia por las autoridades y algunos correligionarios; fue concluido después de su muerte.


Su celo como párroco atendiendo personalmente a sus feligreses en sus necesidades, le costó la salud, ya bastante achacoso una fría mañana del mes de marzo de 1803 dejo de existir tan virtuoso villaclareño faltándole unos meses para cumplir los 79 años, sus obras predicables las legó a la Iglesia Mayor y a los sacerdotes de la Villa y aquellas otras de moral y educación las consignó a la escuela instituida por él, con encargo de destinarse a los niños pobres. Finalmente dispuso que sus restos fueran sepultados en la Iglesia Mayor, lejos de toda pompa y vanidad. Al morir, dio una muestra de altruismo al liberar sus esclavos, (65 años antes que lo hicieran los padres de la independencia cubana), dejando a cada uno de ellos solares donde pudieran construir sus viviendas, mientras según decía el testamento, podrían seguir viviendo en la casa de su benefactor.


Años después por iniciativa de la benefactora Marta Abreu de Estévez y de su esposo Luis Estévez y Romero; se construyo en la Plaza Mayor hoy Parque Leoncio Vidal, u monumento en forma de obelisco a la memoria del Padre Conyedo y de D. Hurtado de Mendoza, pero su costo fue sufragado en parte por el pueblo mediante suscripción pública.

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